2009-05-28

La donna scimmia

Cine Primate presenta...
LA DONNA SCIMMIA
Director: Marco Ferreri. Con Ugo Tognazzi, Annie Girardot, Achille Mageroni, Filippo Pompa Marcelli. Italia, 1964.

...San Rafael Azcona, San Luis Berlanga, el Beato Marco Ferreri... figuras del panteón desvanesco no muy pródigas en apariciones, barridas como están ante la avalancha de monstruos de goma y héroes de folletín que suelen copar las entradas de este lugar donde resido. Hoy salen a colación Azcona y Ferreri como autores de una de las cumbres más heterodoxas del Cine Primate, esta Mujer Simio que vi el otro día pirateando la señal de la antena parabólica del soplagaitas de mi vecino.



Una cosa magistral, basada por increíble que parezca en una historia real hasta en sus más escabrosos detalles. No debería ni escribir sobre ella porque el Señor Feliu lo ha hecho ya con inigualable acierto AQUÍ. No sigan leyendo sin visitar antes ese lugar, que verán como salen menos ignaros de lo que entraron. ¡¡No me sean vagos, carajo!!
Sabrán que tras filmar en España tres títulos exquisitos de neorrealismo esperpéntico, el señor Ferreri ha regresado a la Italia que le vió nacer. Mas llevaba bajo el brazo el guión de esta Mujer Simio que el eximio Azcona redactase para él. Allí, en su tierra, lo ha rodado.


La peripecia de Ugo Tognazzi, un sinvergüenza que encuentra una chica muy peluda acogida en un hospicio y la convence para que se exhiba como Mujer Mono, tiene la crueldad extrema que sólo las grandes comedias poseen. Esas que se recrean en recalcar la inmensa broma pesada que termina por ser esta vida...
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Hay que ver cómo en la mejor tradición picaresca enseña Ugo a la moza a comportarse como un primate, exhibiéndola en biquini en un garage de barrio donde ha colocado unas viñetas alusivas a su encuentro en la jungla y, vestido de explorador, le hace trepar a un árbol de juguete y hacer cucamonas para gozo del público.




Más tarde, cuando casarse con la simiesca hembra sea el último recurso para seguir explotándola, Ugo lo hará en ceremonia pública tan modesta como grotesca. Lo malo es que una vez contraído el matrimonio, la señora exige al varón que cumpla íntegramente con sus deberes conyugales... a todo hay que hacerse el ánimo si uno quiere vivir trabajando el mínimo!
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Buenos cuartos ganan con un numerito erótico en los teatros, danzarina exótica ella y matador de simios de trapo él; escenas de insuperable bizarría que conservan todo su salvajismo subterráneo intacto. Como ese demoledor final, que no les cuento, tomado de la realidad y que nadie en su sano juicio se atrevería a soñar.



Háganme caso y bájense esta obra maestra, que el italiano, cuando uno afina la oreja, es idioma fácil de entender, y por degustar esta pieza sibarítica bien vale la pena que hagan un esfuerzo... ¡haraganes!

2009-05-25

The thing that could not die

THE THING THAT COULDN´T DIE
Director: Will Cowan. Con William Reynolds, Andra Martin, Jeffrey Stone, Caroline Kearley. USA, 1958

Si hay una clase de cine que me guste tanto como el de Señores Vestidos con Traje de Gorila es el género de Las Cabezas Parlantes. Como el otro, es la ficción máxima, insuperable. Para creerse cualquiera de las películas en que intervengan uno de estos dos artefactos asomando su facha contundente y grotesca hace falta un ejercicio de fe de tal magnitud que sitúa al esforzado espectador al borde del éxtasis. Vale la pena, pues si se consigue alcanzaremos la felicidad del creyente cada vez que una testa separada de su cuerpo se ponga a hablar delante de nuestras narices.


Esta que les traigo hoy es canónica: fíjense que hasta parece mejicana. Hecha con cuatro pesetas y unos gramos de locura generosamente salpicados por el metraje, cuenta la historia de tres palurdos que encuentran enterrado un cofre que contiene la cabeza viviente de un malvado hechicero blanco condenado en su día a morir decapitado por Sir Francis Drake.

Sí, nietucos: la cabeza de un señor con barbas, que mira con muy malas pulgas y guiña los ojos en cuanto la sacan a la luz. Además tiene poderes hipnóticos, qué se creían, y engatusa a cualquiera con su verborreica labia. Altas cimas estéticas se alcanzan en las escenas en que un gigante tontorrón pasea el despojo viviente de un lado a otro, antes de guardarlo en un ropero, detrás de unas cajas de zapatos como si fuese un trasto.

A los gritos de "¡Satán todavía vive!" y "¡Tengo sed de sangre humana!" el maléfico cráneo logra unirse a su cuerpo resucitado. Deseado triunfo del disparate que podría elevar a esta Cosa que no Podía Morir a los altares, si no fuese por una iluminación plana, una planificación rutinaria, unas interpretaciones de pena y una completa ausencia de atmósfera. Ingenua a rabiar, sí, pero perfectamente capaz de cumplir con las expectativas del fan más irredento. Yo mismo, sin ir más lejos.

2009-05-20

Los héroes del cine mudo

Dedicado a mi nieto Vincenzo Insano, eximio poeta de Pulpnivoria
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Nietucos todos, hoy es día de fiesta y regocijo. Esta es la entrada número 200, así que lo celebraré estrenando la magnífica cabecera del Desván que ya pueden ver ahí arriba en sustitución de la vieja. También sale Lugosi, no sufran por ello... ¿Qué les parece? Grandiosa, eh?
Sigue la conmemoración con esta colección de folletines que les ofrezco en exclusiva, ilustrada por el gran dibujante catalán Serra Massana, de quien ya les mostré sus cavernícolas españoles en La conquista del fuego. De la sabiduría de su puesta en escena y la sobria elegancia de su trazo nada les digo, pues salta a la vista de cualquiera.
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De esta Biblioteca de Hombres Intrépidos, de editor barcelonés desconocido, no he encontrado referencia ni el magno libro de Eguidazu y Tarancón Del folletín al bolsilibro, que todos ustedes tendrían en sus casas si fuesen personas cabales. La fecho más o menos hacia 1926 o 27.

El caso es que, como testimonio vivo del hermanamiento de los medios en esto de la cultura popular que tanto nos gusta, estos modestos folletines toman por protagonistas a los héroes del cine mudo, a los que hacen vivir aventuras apócrifas como muestra del desprejuiciado concepto de los derechos de autor que se tiene por estos pagos en la época.
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Vean aquí con el mismo atuendo con que aparece en pantalla al Pirata Negro que encarnase San Douglas Fairbanks en 1926. Pinchen en el nombre si quieren saber más, que ya les he dicho que yo hoy estoy de fiesta.

Buck Jones es una estrella de Hollywood que con su auténtico nombre ha protagonizado un montón de westerns entre 1917 y 1942, a veces hasta diez por año. Pinchen aquí y pásmense con su copiosa filmografía.


De Buffalo Bill, el primer héroe del primer folletín moderno, qué les voy a decir... ignoraba que entre la filmografía silente del personaje se encontrase una película de 1914 interpretada por el mismísimo William F. Cody... aquí encontrarán más detalles sobre este asunto.


El británico salteador de caminos Dick Turpin protagoniza al menos una docena de cintas y seriales entre 1913 y 1926. No he podido ver ninguna, ay, así que he tenido que conformarme con obtener la información de aquí. Hagan ustedes lo propio si quieren salir de su ignorancia alguna vez.

Hoot Gibson empuñó sus revólveres durante cincuenta años sin parar, de 1910 a 1960. Casi doscientos westerns cuentan con su presencia rotunda y sus viriles maneras.

¡Qué diría el pobre Tom Mix cuando se enterase de su participación en la Guerra de los Boers! Como en las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, la persona real vive una existencia inventada de maravilla y de gloria. Sí, nietecillos: también El capitán Blood tuvo versión muda antes de la celebérrima de San Errol Flynn que doy por supuesto que todos conocen. Se rodó en 1924 sobre la novela de Sabatini. ¿Alguien puede decirme dónde encontrarla? Harían muy feliz a su Abuelito...

Y no, de este Capitán Drake no sé nada de nada. Ni me consta como personaje de otros folletines, ni lo encuentro como héroe de cine, ni conozco novela alguna en la que aparezca. Así que a ver si alguno de ustedes me echa una mano, que ya está bien de que tenga que hacerlo todo yo solito, demonios!

2009-05-17

Curse of the Faceless Man / The four skulls of Jonathan Drake

Canal Desván presenta Dos por el precio de una. Hoy con nuestro invitado especial el señor...
Edward L. Cahn
Dedicado a mi agudo nietecito Vivaldo Moore

Con esto de no tener ni televisón por cable, ni tedeté, ni satélites, ni cristo que lo fundó, que vivo muy conforme con mi viejo Telefunken, me veo yo solito cada ciclo que para qué. Estos meses echan en Canal Desván la obra completa de don Eduardo L. Cahn, presentada cada noche por el espectro gangoso de Alfonso Sánchez. Ustedes se lo pierden, por modernos.

Emitieron ayer doble programa de este coloso de la genuina serie B, un hombre capaz de multiplicar escenarios -uno por uno son cuatro en manos de Cahn-, tal es su habilidad a la hora de sacar partido a los escasísimos recursos disponibles. Con su cámara y su inquieto montaje, el Gran Khan se atreve con todo. Y casi siempre sale airoso.
Para muestra un botón, la modestísima película Curse of the Faceless Man (1958), una historia ingenua y eficaz que vuelve sobre lugares comunes de los que nos gustan: reencarnaciones, momias, diálogos inverosímiles, un equipo científico reducido al mínimo y sobre todo un monstruo de caminar vacilante, verdadera razón de ser de estas producciones.

Con esa manía que tienen las momias de tomar a la primera moza con que se cruzan por aquella otra que les tenía sorbido el seso hace dos mil años, el cuerpo redivivo de Quintillus Aurelius, un gladiador petrificado de la ciudad de Pompeya, la toma con un pintora moderna a la que no cesa de perseguir en todo el metraje. Venga de despertar, de deambular y de romper cuellos y cuanto se le ponga por delante.

El impecable pulso narrativo del Gran Kahn, una iluminación que trasciende con creces la pobreza de la puesta en escena y unos esforzados maquillajes de Charles Gemora -el antiguo Hombre Simio de Hollywood- salvan este filme. Gracias les sean dadas, que así este Hombre sin Cara entra directo en el senil Olimpo del Abuelito...


La semana anterior pusieron la mejor que he visto de este titán del destajismo fantástico. Las cuatro calaveras de Jonathan Drake (1959), fíjense qué título más bonito.

Cuenta este filme con un montón de aciertos. Al habitual tino de Cahn en la puesta en escena, planificación, iluminación y montaje se suman esta vez unos grandes actores. Vean sino a don Henry Daniell, especialista en componer ofídicos villanos, haciendo aquí de sacerdote amazónico camuflado que vive con un cuerpo cosido a su cabeza desde hace doscientos años.
Los más avispados lo recordarán como Moriarty en algunos títulos de la saga Rathbone/ Holmes; nadie, en todo caso, dejará de caer seducido por sus modales adustos, su seca e implacable mirada, sus dientes apretados en perpetua mueca de desdén.

El argumento es loco, como suele suceder con este Cahn de mis desvelos. No se lo cuento, básteles saber que el meollo del asunto gira en torno a cabezas reducidas -un tema poco usual en el fantástico, a pesar de su gran plasticidad-, confeccionadas por Daniell en un sótano con ayuda de un jíbaro zombie que mantiene su boca cosida y calza sandalias de piel humana.

Especial interés tienen los repetidos planos que muestran el proceso de hervido y reducción de las cabezas, por gentileza de nuevo del especialista en efectos Charles Gemora, a quien otro día consagraré una entrada entera. Por hoy les dejo, avisándoles una vez más que de que no me gusta nada que se tomen a chufla películas como esta, que una cosa es el frikismo ese tonto que dicen ustedes, y otra las buenas maneras cinematográfi--cas, de las que estas cuatro calaveras andan más que sobradas.

2009-05-13

Tiemble con Boris Karloff

NARRACIONES GÉMINIS DE TERROR - 1
Dedicado a mi nietecito Robol, amo y señor del Mundo Bocado

¡Miren qué colección de librotes más moderna que les traigo hoy!! Como son muy instructivas, les guste o no pienso enseñarles en sucesivas entregas todas y cada una de las portaditas de la serie, que me la he encontrado completa en un cajón de cuando mi nietecito Jaime se la compraba allá por 1968.
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Se llamó la cosa Narraciones Géminis de Terror, uno de los últimos pulps nacionales de miedo nutrido por relatos extranjeros de toda laya. Aquí descubrió el españolito del tardofranquismo a los autores de Weird Tales: Lovecraft, Howard, Seabury Quinn, Robert Bloch y Cía; a escritores consagrados como Andreiev o Borges; a los grandes clásicos del género como Algernon Blackwood o Sheridan Le Fanu. Un verdadero festín.

Los primeros números llevan bonitos dibujos interiores de los que les enseño un montón, entonces se ilustraban hasta las cabeceras como ven. Las portadas son todas de Enrique Torres, Enrich, versiones la mayoría de imágenes de las por estos pagos desconocidas Creepy y Eerie. Se agradece mucho su fidelidad a la estética del terror clásico, con sus monstruos, sus sombras y sus caras feas.

Nada menos que a San Boris Karloff se trajeron de matute para inaugurar la colección. ¿Acaso inspiraría los poéticos textos publicitarios que aparecen en las contraportadas? Quién sabe... (CONTINUARÁ)