2012-06-27

Orgullo Gay 1913

CIEN AÑOS DE ORGULLO GAY
Ese cuerpo desnudo abrazado a la enhiesta cruz; ese rostro extático, captado en pleno orgasmo; esos pies sangrantes y viriles del Cristo; ese falo serpiente o serpiente falo, que lo mismo da; ese sátiro velludo y atlético; ese juego turbio y torturado... No sé si es cosa mía, ustedes dirán, pero pienso que pocas veces la cubierta de una novela española se ha mostrado tan abiertamente sexual, o mejor aún: homosexual. Pocas imágenes se han atrevido a tanto y pocos autores, y menos hace la friolera de casi cien años, han sido capaces de seleccionarlas para ilustrar las cubiertas de sus libros. Esto no puede ser obra sino del decadente español por excelencia, el abanderado de eso que hoy pomposamente se declara Orgullo Gay, el aristócrata tronado encarnación de lo bohemio, el combatiente republicano que acudía al frente vestido de frac, monóculo en ristre, rodeado de los mismos efebos que le acompañaron siempre por veladas, estrenos y tugurios: Don Antonio de Hoyos y Vinent.    

Pocas escrituras de estas tierras como la de don Antonio, encenagado tan a gusto en los pantanos del pecado; fiel seguidor de San Joris Karl Huysmans, de Aubrey Beardsley, del santo patrón Oscar Wilde, ofrece desde las páginas de las colecciones literarias de su tiempo un sinfín de relatos y novelas en las que el sexo, mórbido, expreso, enfermizo, ocupa invariablemente el primer plano; bien de forma abierta, bien disfrazado de lección moral de aquellas que por reprender el vicio muestran más a las claras todos sus atractivos.
Otro decadente, este de ahora, Luis Antonio de Villena, glosó inmejorablemente su figura en su volumen sobre el dandismo Corsarios de guante amarillo. A él les remito para que se instruyan quienes sean lo suficientemente avispados para querer conocer tan insólita y venerable figura.

Apareció el perverso cuento El retorno en enero de 1913, hace casi un siglo, ya ven, en la colección El Libro Popular. Teñido de arriba abajo de malicia y finura, cuenta la triste historia de un escultor famoso, viajero experimentado que agota su cuerpo en todos los burdeles de Oriente entre dulces adolescentes y blancos traseros antes de casar en España con su eterna novia, pobre moza que mal conoce los gustos de su amado. Varios años conservando su virginal flor le convencerán de su errónea elección...
Por medio, éxtasis sexuales sentidos en plena misa al contemplar las seráficas efigies de los ángeles; azotainas y latigazos con que engañar -¿o excitar?- el deseo; brutales calentones de entrepierna provocados por la visión de tiernos infantes... Sadismo, pedofilia, masoquismo, sexo en libertad entre atroces remordimientos y promesas de redención... y todo en la España de 1913... para que luego se crean ustedes que estos tiempos de ahora han inventado algo...      

2012-06-21

El señor Coll y los Monstruos



Nuestra siempre envidiada Galería Celtíbera de Artistas Pulp se honra en presentar hoy al Maestro de la Aventura y el Fantástico don ALEX COLL

                                                                                   

Convendrán en que todos los ilustradores del pasado Pulp de este país están hoy cubiertos bajo espesísimas capas de olvido, muy difíciles de penetrar; y ello a despecho de que muchos se encuentran al mismo nivel que los más admirados artistas de otras latitudes, honrados todavía allí por gentes gratas que gustan de recordar su historia.
No ocurre lo mismo aquí en el Sur, ya lo saben. Y si hay alguien entre los Bocquet, Longoria, Darnís, Jaime Juez (que inaugurase AQUÍ la simpar Galería del Desván), Riera, Batet y demás maestros del papel amarillento que a día de hoy permanezca en casi absoluto olvido, ese es don Alejandro -Alex- Coll. Mas aquí está el Abuelito para paliar, en la medida de sus menguantes fuerzas, tanta injusticia y tanta desmemoria.





Es él señor Coll, ya lo pueden ver, artista de clásica raigambre. Descendiente, uno más, de aquella escuela catalana que encabezara el Maestro Junceda, nos ofreció su visión del mundo -equilibrado,  limpio, rara vez grotesco- desde los humildes soportes del pulp, el cuento y la ilustración de semanarios como el Lecturas de los años veinte.
Es en las décadas siguientes cuando don Alex frecuenta los universos de la aventura, sobre todo desde los porosos papeles de Molino y Clíper, semanalmente asomando en todos los kioscos.





Gigantes, hidras, Escilas y trogloditas, canónicos héroes, monstruos humanos, momias, fieras a las que vencer y degollar. Resabios casi escultóricos, imágenes de estática belleza, aunque sea ésta la del ahorcado balceándose de un árbol: no es excusa el tormento para quebrar una composición.
Vienen de títulos como Fantástica (1946), el magazine de miedo que editara Germán Plaza (véanlo AQUÍ y AQUÍ); Cuentos de hadas griegos, de fecha incierta, y títulos varios de la Biblioteca Oro entre 1936 y 1944, entre ellos el cavernícola Señor del Fuego, que ya se viera en el Desván AQUÍ. Y es que los viejos, qué quieren, no tenemos más destino que repetirnos...

2012-06-14

10 heterodoxias españolas


DE OTROS FANTÁSTICOS





No es la nuestra una tradición literaria, según manda decir el tópico, inclinada hacia lo fantástico -al menos hacia lo que modernamemente se entiende por el género- como sí sucede en otros países europeos tan lejanos hoy: el español escribiendo tiene fama de austero y realista. Tal vez porque así fue, muy a su pesar, nuestro convulso siglo XIX.
Escarbando, sin embargo, se descubre un hilo oculto, una afición por lo irreal que puebla secreta la historia de las celtibéricas letras, no muy pródiga, desde luego, pero sí lo suficientemente numerosa para no echarla al olvido.
Tocan hoy algunos abanderados de otros estilos, a los que choca ver frecuentando los parajes extraños del fantástico.Y es que hasta gentes de lo más apegadas a lo real, y hasta a lo vulgar, como don José María de Pereda, llegaron a incursionar en estos territorios, picados por la curiosidad de lo brujil, tan ligada al ibérico solar...
O como el eximio Premio Nobel, el científico español, rara avis, don Santiago Ramón y Cajal, escritor aficionado a valerse de lo fantástico como parábola, cuento o lección moral, medien señores capaces de percibir lo infinitesimal a simple vista, sabios ávidos de manipular mentes o el mismísimo padre del espiritismo Allan Kardec, a quien convierte en uno de los protagonistas de La casa maldita.

Hasta don Pío Baroja, poco amigo de brumas e incertidumbres, se permite acercarse a los alrededores de lo gótico, bien que sin abandonar su socarrona sonrisa... Escapadas de los consagrados hacia mundos ajenos, como aquel Caballero encantado del inmortal don Benito, o este Morsamor faústico, frauiluno y aventurero de don Juan Valera, títulos cuya sola existencia parece hecha para desconcertar a los amantes de clasificaciones, etiquetas y taxonomías.



Don Wenceslao nunca quiso deshacerse, en sus acercamientos a lo fantástico, de esa sorna tan gallega que no puede evitar tomar la cosa a broma. Pero a él se le perdona con gusto, mientras siga urdiendo geniales parodias de ultratumba como Mi mujer, cuento que por cierto se incluye en su famosa antología de relatos Fantasmas, aquí traída en curiosa edición de bolsilibro. Algo fallera, la misma portada ya delata ese escepticismo tan nuestro, con el espectro bonachón y hasta miedoso de blanca sábana remendada.

La bohemia de la dictablanda gustaba cabalgar sobre lo equívoco, con súcubos, decadentes caballeros y lánguidas damas perversas, complementos más o menos fantásticos rara vez vistos más que como motivo estético. Don Emilio Carrere fue excepción, con ese Madrid castizo plagado de folletines vivientes  que muestra su clásico La torre de los Siete Jorobados. Edición esta en bolsilibro muy curiosa, donde algunas pequeñas irreverencias de don Emilio desaparecen por obra y gracia de la pacatería censora.

Heterodoxo por excelencia y vocación fue el ilustre gallego Vicente Risco, de temperamento místico y exaltado, nacionalista devoto de la tradición, la ortodoxa y la oculta, biógrafo de Satanás y autor de esta novela extraña y compostelana, protagonizada por obispos y demonios y escrita con la convicción y belleza de un códice. Heterodoxias, libros que abandonan el camino trazado, exotismos siempre agradables al paladar...

2012-06-08

Maestros de lo macabro: Chumy Chúmez

CHUMY: LA RISA NEGRA


Lo mejor que tiene esto de haber ido a dar en esta península ibérica sita allende los Pirineos es poder disfrutar de ese sentido del humor negro a no poder serlo más que, por más que reviente a la España oficial de todo tiempo y color, nos acompaña desde los tiempos de Maricastaña como una segunda piel.
Espejo invertido de la católica tradición, sonrisa helada nacida del escepticismo y el descreimiento, de la conciencia de la vanidad de la existencia, concepto por otra parte muy gastado por los abundantes místicos que este rincón de la Tierra ha dado. Mas con sentido del humor, no como esos cenizos buscadores del éxtasis por la ascesis: los humoristas a contracorriente son más bien epicúreos, que otro remedio no les queda.



El cine de Berlanga, Ferreri o La Cuadrilla, las pinturas de Gutiérrez Solana, los textos de Quevedo, Larra, el Lazarillo o el mismo Cervantes, los hermanos dibujos de Summers o el gran Gila, ¿qué son sino afirmación de la vida y burla de la muerte, que afrontan cara a cara y no tras siete velos como hacen los creyentes?
Rey de estos asuntos de crueldad y chirigota fue el eximio Chumy Chúmez, conocido en el siglo como José María González Castrillo, fundador del glorioso semanario Hermano Lobo, colaborador en mil y un medios, cineasta, pintor secreto de cualidad extraordinaria, escritor, autor de fotomontajes narrativos que ríase usted de Max Ernst y sobre todo, conocedor de que esta vida no es sino inmensa broma que, aunque a veces cueste olvidarlo, nunca hay que tomar demasiado en serio.





Conocido, quiero pensar, de todos ustedes, traigo hasta aquí procedentes de su antología de 1973 Todos somos de derechas algunos de sus dibujos de mutilados, de crudas verdades, de calaveras, de difuntos, cómico existencialismo y hasta necrofilia; ya ven cuánta fue su voluntad de desmentir certezas y sacralidades. Condenado, como todos, al olvido, no está de más, por moderno que sea, invitarlo a visitar el Desván. Que no sé porqué me parece que su trazo incómodo, expresionista y descarnado, seguiría en este tiempo light y perverso de hoy incordiando como siempre gustó hacerlo, y hasta más aún si cabe...   




2012-06-01

The Manster

THE MANSTER
Directores: George P. Breakston y Kenneth G. Crane. Con Peter Dineley, Jane Hylton, Tetsu Nakamura, Terri Zimmern. USA, 1959
En idílica sauna semi salvaje, llena de vapores y cascadas, plácidas geishas toman su baño. De pronto escuchan desde el exterior roncos gruñidos; una silueta monstruosa se proyecta sobre las paredes de papel de la casa japonesa, y una criatura de simiesco aspecto irrumpe dedicándose con fervor a desgarrar carnes, arrancar miembros, degollar señoritas. Sobre una salpicadura de sangre, el nombre de la película aparece: The Manster. No me dirán que no es un comienzo irreprochable...
Es este The Manster, también conocido como The Split, filme de monstruos orgulloso de serlo, de los que se regodean en su demente argumento y gozan conduciéndolo hasta el paroxismo. Coproducción yanqui- nipona, toma de estos últimos ese sentido tan particular del Pop que ha hecho del fantástico más disparatado seña de identidad, integrándolo en el universo popular con admirable sinceridad y convicción; de los americanos adopta formas narrativas muy propias de los filmes de ciencia ficción de los cincuenta, a caballo entre lo grotesco y la candidez más extrema.
Desde el principo sabemos que navegamos en las aguas del género, de Sabios Locos en este caso. Apoteosis del mad doctor, el que nos ocupa es tocaglándulas oriental, luce negro bigote, pelo engominado, bata blanca, alta crueldad y modales exquisitos. Habla y no para de la evolución, el origen de la vida, los rayos cósmicos y todas esas zarandajas que los de su especie manejan tan a gusto, invariablemente con catastróficos resultados. Habita un laboratorio subterráneo en las faldas del volcán Fujiyama, lleno de aparatos, setas gigantes, calabozos y seres deformes y su ayudante, por una vez, no es jorobado ni enano sino bella moza en kimono.
Falto de voluntarios con los que experimentar sabe dios qué diabluras, engatusa a un periodista occidental al que convierte en su víctima, tratándolo, eso sí, a cuerpo de rey antes de convertirlo en monstruo: se lo lleva a cenar, le paga orgías con putas, le pone una amante para tenerle entretenido y la da a conocer ese Japón picaruelo y jararnero en el que el plumilla parece sentirse la mar de contento. Así, entre juergas, subidones y resacas transcurre su vida, hasta que un día acaba dándole por matar sin ton ni son, al darse cuenta de que su mano derecha ha mutado sorprendentemente en velluda garra.
El asunto empeora cuando al rascarse un sarpullido que le sale en el hombro, asoma curioso bajo la piel un ojo, y no digamos cuando a ese ojo le sigue nada menos que toda una cabeza entera, colmilluda, llena de pelos y con una mala gaita de no te menees, que se instala junto a la suya como si nada... Ahí sí que la cosa es ya un no parar de andar de un lado a otro, destruir cuanto se le ponga por delante, asesinar a mansalva y correr delante de una recua de policías que le presiguen con mejor voluntad que acierto.   
Filme enloquecido bien narrado, mejor fotografiado, que no aburre ni un solo instante; cuenta con efectos especiales del Todo a Cien; enseña sin pudor y sin parar a un bicéfalo con gabardina, que es una de las cosas más hermosas que una pantalla de cine puede ofrecer, y termina con un incendio en laboratorio en el que perecen monstruo y creador... ¿Qué más hace falta para que pasen desde ya a considerarla todo un Clásico a venerar?